La luz en aquella habitación, era tenue y tranquilizadora, por tener las persianas a medio bajar, el clima, el normal cuando abierta está la ventana y la corriente que se produce, hace mecerse casi al compás los visillos, levantando ese agradecido y acariciador aire, leve pero suficiente.
la acústica, casi muda por la hora de la sobremesa, se basa en ese vital momento quebrado a instantes por el canario de la vecina, que pone banda sonora al momento plácido que se instala en el lugar, de la calle solo se cuela de vez en cuando el pasar de algún vehículo, distante, hasta hace si se me permite decirlo, conjunto con aquel piar musical.
Solo la quietud del momento, lo rompen varios elementos, conjuntados, necesarios, y conjugables entre ellos, el lamento de una garrucha de tendedero allá en el patinillo, el tic-tac del reloj del salón, y mi propio respirar.
Todo quietud acompasada, jugando los sonidos y el clima.
Cierro los ojos y denoto, siento, y hasta sopeso el instante, inevitable el suspiro, acto reflejo, producido por el ambiente irrazonablemente creado.
Y de repente una pregunta suena, callada y sorda, como si fuese una gota en el silencio de un baño, esa gota, como si fuera una gota cayendo en la noche precipitada hacia el estruendo de su caída, sorda y callada, sin sonido, la pregunta no sucumbe al silencio creado, ni al propósito de no hacerle caso, sin más, surge y grita en silencio.
Mas que preguntar, parece que grita afirmando, en una extraña entonación
-¿Que hora es!.
Soy yo mismo, o es algo dentro de mi quien grita. ¿Seré yo?. Seguro!;
El pasado, el futuro, incluso a veces el presente, intentan manipularnos con insinuaciones tan simples como esta que lamenta el alma en ese momento dentro de mí.
¿Hacia donde va el riego de la circulación en ese momento?, ¿que tanto de nosotros queda eclipsado por preguntas así?, ¿cuan dura es la piel a veces, que con arma tan desgarradora como esa pregunta, esta no se rasgue ni un ápice al sentir su punzada dentro?.
¿A donde conducimos la respuesta, para que esta no quede rumiando las entrañas de la consciencia?.
Buscando en los altos del armario del recuerdo, seguro que tengo un abrigo para calentar tantos escalofríos. Busco, rebusco, miro las tallas y los tejidos, los extiendo delante de mi, intentando hacer al cuerpo, aquella prenda que sujeto con la punta de mis dedos ( son recuerdos, tejidos a mano casi todos ellos ).
Pruebo ahora si el tallaje del recuerdo, coincide con la talla de tal cuestión.
Mando pasar al probador.
Desnudo, pruebo, repruebo, lamento y confirmo que ha engordado en algo, la consciencia al recuerdo, ya no es temporada para algunos tejidos.
Casi me muerdo en el lamento de verme desnudo y sin lamento firme, para aquella lamentación sorda de aquel instante sin valor aparente.
Desnudo estaba ante el espejo de aquella inmensa duda, atornilladora, punzante, retorcida en demasía, y con aquel extraño acento y con aquella extraña entonación, entre pregunta y lamento afirmante.......¿Que hora es!.
Súbita, imprevista, inesperada y puede que hasta bruscamente. Vislumbro en segundo plano, pequeña y delicada, una pequeña reseña en la etiqueta que pendía de un recuerdo en el armario.
Se manifestó ante mí, brotando de la nada, aflorando hacia mí, como escudo protector.
Sonaba la leyenda en aquel recuerdo gritando.............
" Da la vuelta si no sabes si es la hora, Da la vuelta y vuelve a preguntar después "
Así de sencillo era todo desde el principio.
Si no sabes si hay salida,
o si cabes por la puerta,
si no sabes ni la hora,
ni si te quedaras con fuerzas.
Mira antes alma mía,
donde queda aquella puerta,
si es que cabes por entero,
sin dejarte nada fuera.
Es mas sencillo mandar,
revirar el alma entera,
que una vez que te has pasado,
sacar media por la puerta.
Por lo menos que tu sepas,
las medidas,
"por si aprietan"
Pepe Catalán.......Desvariando en la noche. Revirando el alma en la Plaza del Tormento