-Levemente, casi cuajado de brumas, el primer recuerdo de la zona a donde se mudó mi familia, en los primeros años del 1900 que tengo...
Era una gran explanada, casi de albero y rodeada de un adoquinado y ancho camino que transitaban jinetes, carromatos y abarrotaban los sonidos de los cascos de los cocheros que hacían ruta de tranvía de tracción animal, desde el centro de la ciudad.
Atacaban a la vista en esa plaza, enormes y gráciles, dos columnas de mármol, que según cuentan, trajeron de itálica, junto a tres más, que se quedaron en la calle mármoles y que estás dos se trajeron en los años de 1574 para hacer hasta aquel entonces, el mayor jardín de España y de Europa. Eso me contaron luego.
Cuenta la mitología, que Hércules creó Híspalis y la historia, que Julio Cesar restauró para el imperio la misma ciudad. De ahí que sobre cada una de ellas, estén cada uno de estos, tomando su nombre del mas mitológico creador.
El ambiente de domingo allí, era de algarabía, los kioskos y las terrazas, rebosaban blondas blancas, sombreros de paja y un olor a colonia de lavanda que, subía hasta las verdes copas de aquellos álamos que flanqueaban la plaza, cuarenta conté una vez de pequeño, jugando con José, el hijo de Gabriela, (vecina y muy amiga de mi madre) al pilla pilla.
- José era de mi misma edad, 5 años, me sacaba ya casi media cabeza y muchos años en cuanto a la soltura de sus movimientos y manera de hablar.
Veníamos esa mañana de San Gil, de oír misa, callados y atónitos, observamos el manto nuevo que ese año iba a estrenar la que allí mandaba, la virgen de la Esperanza.Un manto en un verde manzana tan claro como la misma mar del río, en un atardecer de Mayo, que parecía estar atrapado en una malla como de coger camarones y en el que jugaban ángeles de cuerpos rechonchos (así lo recuerdo).
José y yo soñábamos con vestir pronto la túnica de capirote verde en una de esas madrugadas largas de frio y chocolate al amanecer volviendo por las huertas.
-Cinco años después y ya con cuerpo espigado y de mocitos, nos trajo una mañana Fernando, (hermano de José) un par de capirotes de Rodriguez, un señor que los hacia de cartón en la calle alcaiceria.
Recuerdo que nos lo poníamos para jugar con nuestras sombras a ver quien era mas largo que las columnas de la alameda de Hércules. Su hermano Rafael siempre malhumorado andaba por allí jugando al toro con otros amigos de la calle Feria, no se por que, pero José le corregía muchas veces, diciéndole...
¨-vé Faé!, aquí el capirote te pega un revolcón! (hacía un baile con el vaivén de la punta del capirote, llegandole a las corvas de las rodillas)¨
Yo no lo entendía, pero Fernando, desde el kiosko, musicalizaba un grito, (Faé, harle casito ar niño, ar favó). Acompañando el grito con un asentido gesto con la cabeza.
Aquella madrugada, la recuerdo levemente, una clara oscuridad al entrar en la catedral, un cansancio enorme antes de salir de casa y una enorme calma al ver de vuelta a toda la cofradía, en la que hasta un vecino, que salia en la centuria detrás del Señor, tuvo que volverse a los alcázares, por que el rey de España los había visto entrando en catedral y le había gustado tanto que les invitó a un ágape, volvió del ágape a eso de las cinco de la tarde del sábado santo, imaginaos la estampa, vestido de romano y de lado a lado...
Mi amigo José pasó en tres años a coger ya la altura adulta, que le permitía ya ponerse trajes hasta de su hermano, incluso hacia llamarse "gallito".
Recuerdo una tarde de mediados de Junio, que venia cansado, por lo visto de Jerez de la Frontera, donde me dijo que había toreado y dándome un abrazo,me dijo bajito como el solía hablar. (Migué
voy a ser como mi gente, soy ya torero)-Temblé a decir verdad.
Nos volvimos, con los brazos echados por el hombro y miramos las columnas en silencio.
José Catalán Reyes
@botadejerez
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