lunes, 15 de febrero de 2010

EL SUEÑO DE UN POTRO

Si me dejáis un momento que ocupe vuestros tiempo, quisiera contaros algo.
Algo tan hermoso como el sueño que podríamos tener cualquiera de nosotros, pero en este caso..........

Estando en la cercanía fresca y verde del arroyo,ese que baja retorciéndose, entre caleidoscopios de verdes copas de eucaliptos y azules de cielos claros, cargado de blancos de espuma en orillas, y de amarillos reflejos de sol, y por entre encinas, chopos, juncos y eucaliptos. Proveniente él de las nevadas cumbres de la sierra colindante con la finca.


Un joven potrillo
, hembra, aspiraba hondamente, solícito el aire, buscando rescoldos de rastreo de algún hermano de raza cercano. Se había apartado un tanto de la manada, ese tanto bastó para encontrase tan solo que, soñándose poderoso atisbó su sueño en el horizonte.

Allí, dos ejemplares más veteranos, retozaban jubilosos entre hierbas mas altas, en otra dimensión parecían.
Observó jubilosa, la majestuosidad del movimiento de su morfología, habían nacido para el lucimiento del movimiento mismo del equino.
Crines largas y envolventes por su volumen y presteza, altivos, lustrosos, de volúmenes perfectos, de cuellos anchos y firmes, todo era sinfonía, todo le parecía eterno, allí, tan cerca en la distancia......
Pero tan desmesuradamente lejos en la realidad de su juventud.

Quedose para sus adentros con aquella estampa plasmada ya en su alma de yegua joven, y altanera y orgullosa de si misma y de lo vivido aquella tarde, bajo hasta la llanura de la realidad para unirse al lomo de su padre.

Soñó aquella estrellada noche, con trotar, con galopar, con retozar en la misma altura de hierbas verdes y frescas que habían visto sos ojos pisar aquellas dos leyendas ya. Para ella eran leyendas marcadas a fuego en su grupa campera.

En la premura de la mañana, cuando la luna aún se percibía borrosa, y el sol apenas se había desperezado sobre la laguna, Sonó de boca para afuera en palabras a su padre.
Contó y canto excelencias de lo vivido y visto el día anterior.
Le habló de la hierba que presumia de las caricias que aquellos amplios pechos, le habló de aquel viento, que se paseaba por entre aquellos volumenes largos de crines, le contó que queria compartir alguna vez más, la magestuosidad de aquellos movimientos cuasi musicales, en partitura verde de campos.
Lamentó la torpeza de no haber podido, quizás por miedo, acercarse más aquel dia al sueño que ante ella se presentó. Queria conocer a aquellas sus leyendas.
Su progenitor, por más que quiso, no convenció a su potrilla de que aquellos pura sangre no volverían hasta la primavera siguiente a pisar aquellos lares. Que aquellas hierbas altas, no gozarían de lo voluptuoso de sus crines, de la firmeza de sus cuellos, de lo divino de sus movimientos.

Como pasa una estrella fugaz, pasaron fugaces las cuatro estaciones, jubilosa la espera, sueño de día tras sueño eterno en la noche, la yegua casi moza buscaba en el olfato del tiempo la llegada de la prometida venida de aquellos dos pura sangres, predicción de padre, promesa del tiempo.

Y la espera llegó a su parto, y el sueño fue gozo al ver en la hierba, esa huerfana de volumen y de majestuosidad de movimientos, a aquellos que daban movimiento a lo estático del viento, ya todo causaba color ante los pechos de aquellos, los ansiados, los esperados.

Junto al padre, anduvo los metros que los separaban de aquella estampa, en la meseta, su padre apartó del camino la sombra de la duda. Ya estaba ante ellos, y con olfativa intuición, les contó el día que la vida dejó que los viera, allí, cerca de donde ahora mismo competían espacio, juntos, los tres, ahora ya no eran ni volverían a ser dos, jamás.

Se prometieron citarse ahora en la senda que los guia a su hogar invernal, donde reposar las ganas, y reponer las fuerzas.

Y fué tal ejemplar aquella yegua de raza, que por siempre y desde ahora que ya se conocían, fiel sería a esos dos ejemplares, siguiéndoles en el trotar y en el compás de sus andanzas, collera de cada uno cuando por separado cabalgasen, fiel escudero en andanzas de contar, y mejor amigo en las que tener que callar.

Raza, espera, dominio, valía, empeño, categoría, pureza!
Fiel buscadora de sueños, no cejará en el empeño de ser dueña de sus riendas

José Catalán Reyes, a mi amiga María Sospedra

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