viernes, 2 de octubre de 2009

EL FRESCOR DE UNA OLA

Está nublado en ese día que ahora recuerdo como un cercano ayer, pero que añoro como un lejano mes pasado hace ya algún que otro trimestre.

Estaba agoviado por las calores de la mismísima vida, atareado en mi mismo, perplejo de emociones. Sentado en la orilla me hallaba, esperando la anunciada llegada de lo que iba a ser por lo que conocía, un frescor tardío, pero ansiado, fugaz por la naturaleza del momento, pero intenso por lo extraordinario del suceso.

La esperaba como la orilla espera la sabana de espuma que la mar le ofrece en cada envite, abrigado por miles de sensaciones, recuerdos....

Pero tal como vino se fue, dejó su rumor al llegar, sonoridad mientras estaba, y un desigual compás en su ida, el que da la obligación de irse y una huella de certeza en mí, que me afianza en la idea de que estubo bien cerca.




Y dejas la huella en la arena.
y dejas las ondas de mar
y se queda el silencio en el aire
cuando alejándote estás.

Se queda mi aliento en lamento
se queda el suspiro en un verso.
y vas dejando de mirar, por los rincones del tiempo.
pero tus huellas están.

Y los ecos del silencio.
se retuercen en mi desván.
donde sabes que se agolpan, los brillos de tu mirar.
y el saber que ya no estás. me está quemando por dentro.

José Catalán Reyes, al frescor que da una sola ola en el desierto de ese día.








1 comentario:

  1. Pues quédate en la orilla, esperando esa ola que viniendo está, espérala, tranquilo, con los ojos cerrados, déjate empapar de su frescura y respira aliviado que se lleva las presiones de tu adentro...

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